jueves, 6 de marzo de 2014

2. Trabajar de noche

Mucha gente me pregunta que cómo soporto trabajar de noche y tengo que decir que a mí me encanta. Ese hervidero que es el hospital de familiares, batas blancas, carros y demás, ese ritmo frenético diurno de repente se para, dando paso al silencio y la tranquilidad, y el descanso nocturno de los pacientes. Es bien cierto que hay estudios que reflejan que trabajar de noche es malo para la salud, aumenta el riesgo de cáncer y disminuye la esperanza de vida. De alguna manera tengo que pillar a mis amigos que que se castigan el hígado de botellón mientras yo estoy en pleno sábado con las medias de descanso pasillo arriba, pasillo abajo ¿o cuándo te esperabas que nos llamen a las novatas? ;)

    Tengo que decir en este punto que nunca he dormido muy bien. A pesar de sentirme al día siguiente descansada siempre doy muchas vueltas, y aprovecho, mientras mi cuerpo descansa, a repasar lo que he hecho en el día o lo que tengo pendiente de hacer. Cuando Morfeo me visita debe ser que lo hace de mala gana, porque si me hablas o me tocas yo respondo; es decir, duermo muy ligero hasta las tantas. Supongo que por eso odio madrugar, porque las mejores horas del sueño para mí son entre las 4h y las 8h. Sí, como lo lees. A veces cuando se lo cuento a la gente me miran y se callan, como pensando para sus adentros "menuda vaga". Pero nada que ver, le meto mano a todo lo que se me ponga por delante, solo que tengo un ritmo diferente de los demás. Al final va a ser que tengo media genética de búho por ahí.

    Así que cuando estoy en el hospital no me cuesta mucho aguantar la noche, aunque son unas horillas más que el resto de turnos, te organizas como crees mejor y haces las cosas con algo más de calma, que a mi modo de ver, es como mejor salen. Realmente envidio a los pacientes cuando entras a hacer la ronda sigilosamente (en la carrera tenemos una asignatura optativa denominada "deslízate como un ninja- nivel I") y los ves, tan acurrucaditos, tan calentitos y tan dormidos, aaayy, afortunados. A veces da pena moverles para ponerles la medicación.

    También es verdad que por la noche pasan todas las cosas "divertidas" como de repente ese señor que se desorienta y se arranca el pañal haciendo un festín de lluvia dorada por toda la cama, o la doñita que se desvela llamando por su madre. Pero bueno, eso creo que lo encajaré en otra entrada de desorientaciones varias, aunque de eso los sanitarios y los cuidadores estamos para escribir una enciclopedia.

    Cuando llegan las 24h, que todo el mundo tiene sus pastilleos varios para dormir (me sorprende la cantidad de gente que consume este tipo de medicación), infusiones varias, controles glucémicos hechos, sueros repuestos y medicación administrada, te sientas a zampar todo lo que puedes y más. Al menos a mí me entra un hambre atroz, pero hambre de esta de "cochineo"; entonces sacas las papas fritas, el refresco de cola - café según el frío que te dé, las chucherías piconas y te pones en el ordenador a repasar las analíticas que hay pendientes, los cuidados pautados en ese maldito programa que tanto odias manejar etc., las ayunas... Total, que a lo tonto se te hacen las 6:30 y ya empiezas con el corre-corre hasta que a las ocho menos cuarto, aparece tu maravilloso relevo, fresco como una lechuga en unas ocasiones, o con la legaña pegada y café en la mano esperando que le des un cambio de primera.
   
   ¡Y por fin las 8! Sales cansada pero relajada, coges el coche, te pones música (la mía suele ser a esas horas Bob Marley) y te vas con viento fresco y una sonrisa pensando en tu cama,  tu ducha, el mega- desayuno... y vas tan ricamente por la carretera mientras el resto del mundo se pelea por entrar a la ciudad estresado, porque son las 8 y aún tienen que aparcar... pero ya está, tú con suerte, ya has cumplido por hoy y te toca descansar y librar ¿no es maravilloso trabajar de noche? :)

Y tú ¿eres de los que empiezas la mañana fresco como una lechuga o con la legaña pegada?

1. Enfernómana.

Me llamo Violeta y soy adicta a la enfermería desde hace algunos años. Adicta porque siempre que me toca trabajar entro eufórica, y salgo más eufórica aún; eléctrica por completo, porque quizás me tocó ese campo de batalla que llamamos "Urgencias" donde cogí 20 vías, hice extracciones, puse sondas varias, suturé al despistado de turno o tuve que curar  a la señora con la úlcera que tanto le molestaba. Es muy satisfactorio pensar que estás haciendo algo por los demás, que te gusta, y que encima, te pagan por ello; pero sobre todo, ver la carita de los pacientes, de alivio, de agradecimiento, de alegría por una buena noticia.

    Me apasiona la enfermería, porque es una fuente de conocimiento continuo, un camino donde siempre aprendes algo nuevo y donde cada persona te regala una historia, una lección en la vida que te enriquece.

     Claro que... no siempre es todo tan maravilloso como se rodaba en tu mente... Cuando estás esperando por empezar las clases en la uni, (o al menos a mí me pasó) empiezas a gestar en tu cabeza una historia donde vas por el pasillo con un elegante pijama blanco nuclear acorde con tu sonrisa, con los bolígrafos perfectamente enganchados en el bolsillo, las tijeras de pico de pato asomando en otro bolsillito, y una tablita super mona donde anotar las tensiones de tus pacientes; quienes muy sonrientes, te dan los buenos días al entrar a la habitación, motivados por ponerse buenos e irse a casa. Sí, muy bonito ¿verdad? Definitivamente, no sabía lo que se me venía encima :) . Y de repente, te ves con un uniforme lleno de manchas (entre salpicaduras varias, betadine etc), que con suerte es de tu talla; con los pelos completamente asilvestrados y los bolsillos a punto de explotar, entre permanentes, fluorescentes, los cuatro colores de turno, que si un tapón de heparina, un compresor, llaves de tres pasos... total,  que te llevas medio carro metido para no tener que volver "patrás". ¡Ah por cierto! y las tijeras... que como las prestes o te las dejes por ahí olvídate de recuperarlas... es un bien muy preciado entre las enfermeras. Y de esta guisa entras en tu primera habitación de la mañana y tienes al primer paciente que te mira estupefacto y te dice ¿pero tú sola me vas a pinchar? ¿No eres como muy nueva? o el típico "llevo 10 horas con dolor esperando porque aparezcas, te parecerá bonito, porque el médico me dijo que ...", sin olvidar por supuesto a la señora desorientada que no para de gritar por las noches y ahora está completamente sopa. Y tú sales de la habitación preguntándote por qué dentro del vestuario de enfermera no se incluyen los patines puesto que ya llegas tarde a la medicación de las doce.

    En fin, aún así, me parece hasta idílico, porque todos esos supuestos implican algo muy importante para una enfermera cualquiera, como yo, que es TRABAJAR. Las enfermeras novatas tiramos cohetes cuando nos llaman ..¡ de verdad de la buena! y eso que suelen hacerlo a las 15h para empezar sobre la marcha. No importa lo lejos que estés, te llaman y tienes que ir ¡y punto! Una vez me llamaron para un contrato de una semana seguida e invité a toda mi familia para celebrarlo. Ahí estás tú, con la maleta preparada, sentada al lado del teléfono, no vaya a ser que te cojan desprevenida, como aquella vez que fuiste con arena hasta las orejas porque estabas en la playa.